Sergio Jiménez Barranquero editó la película “El año del descubrimiento”, nominada al Premio a Mejor Montaje de Películas en Competencia Internacional que otorgará EDA en la 35ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y nos cuenta acerca del proceso de edición:
Cuando Luis López Carrasco se dispuso a planificar “El año del descubrimiento”, tenía claro que esta vez no iba a ser un viaje tan estético, como en “El futuro” (2013), sino dialéctico. Toda la experiencia tendría que venir del rostro, del verbo, sin eso suponer austeridad o contención. El trip tenía que venir del discurso.
Con 45 entrevistas de diferentes generaciones, nuestra máxima era alejarnos de un formato de documental al uso, donde se hubiera puesto la quema de la Asamblea Regional de Cartagena por delante de las historias de los lugareños, y apostar por hacer lo contrario, darles voz. Ir de lo micro a lo macro. Desde lo particular, hablar de lo general. Hace muchos años, tuve la suerte de montar un cortometraje en moviola, y de alguna manera para mí ésta ha sido la experiencia digital más cercana a eso. Estuvimos pensando bastante antes de mover el material en el timeline. Primero les escuchamos con mucha atención y mimo (hicimos hasta tres visionados de las 60 horas de brutos) y luego nos pusimos manos a la obra: por cada entrevistado creamos un personaje. Por cada tema del que hablaban, una tarjeta. Y por cada subtrama o intervención aislada, media tarjetita. Así confeccionamos un mapa gigante en el tiempo de Cartagena, que nos llevaría a la última escritura del guion.
Cuando trabajamos con Luis en un proyecto, siempre tenemos el compromiso de proporcionar al espectador un viaje formal diferente y a la vez entretenido. Eso nos da una mirada libre a la hora de plantear los montajes. Partimos de ese respeto por el espectador, pero siempre nos permitimos jugar, divertirnos para habitar diferentes maneras narrativas: los viajes en el tiempo, las ensoñaciones que llenan de humo todo el metraje, la doble pantalla.
Como buen fan de la edición en los films de Brian de Palma (Hirsch, Pankow y Greenberg) siempre he tenido el deseo de montar con el recurso de la doble pantalla, pero jamás pensé que me llegaría una oportunidad así. Cuando Juan Alba, el ayudante de montaje, y yo nos encontramos en el rodaje repicando las cintas de Hi-8 de las secuencias grabadas a dos cámaras, vimos que no solo la doble pantalla nos ayudaba a ordenar mejor el material sino que también se producía un potente diálogo entre los planos enfrentados y nosotros mismos como espectadores. Ofrecía el dispositivo perfecto para poder jugar con el montaje y generar una manera diferente de mirar la película: hacía que el espectador fuera un cliente más del propio bar. Que su butaca del cine fuera la barra del bar. Que pudiera mirar donde quisiera. Y al escuchar las historias con esa cercanía, las sintiera como propias, o como si fueran las de sus vecinas, padres o hermanas. La composición de dos planos compartiendo espacio llevaba al espectador a convertirse en el verdadero contraplano de la película y así, junto con el envolvente 5.1 del sonido, conseguir que la experiencia cinematográfica fuera total.
Después de unos nueve meses trabajando codo con codo con Luis en la sala, nos sentimos muy satisfechos cuando dimos con el corte final y sus 200 minutos. No faltaba ni sobraba nada. Habíamos generado un juego de espejos que permitía comunicar el pasado con el presente. Un diálogo intergeneracional que funcionaba como un todo, como una voz única. Al fin y al cabo, ¿qué cosa une más a la gente que el contar historias?
Trailer: https://youtu.be/dcqbftKN5Ts